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Los olvidados de Iturbide 12

Los olvidados de Iturbide 12

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Mientras nadie precisa el total de donaciones para damnificados, Hilaria suma casi seis meses viviendo en la calle, entre ratas, frío, agua sucia, inseguridad, falta de apoyos sociales… y con incertidumbre.

Tras el sismo del 19 de septiembre, la mujer de la tercera edad y originaria de Toluca vio que su edificio, ubicado en Iturbide 12, en el Centro Histórico, literalmente se partió.

Al no tener un sitio a dónde ir, improvisó junto a sus vecinos un campamento.

Desde entonces, su hogar está hecho con telas desgastadas, lonas, plásticos, tablas recicladas y la entrada está protegida por un trafitambo, un triciclo y algunas cuerdas.

«Comida no nos han traído, al principio los de la Delegación una despensa que trajeron, pero ya ahorita no», cuenta la mujer, quien se gana la vida vendiendo dulces.

«Apenas también su secretaria, o no sé qué era de Mancera, nos trajo en noviembre cuatro cobijas, 30 cobijas para todos, nos trajeron algo para un arrocito, unos frijolitos, papel de baño nos vinieron a dejar, nada más, pero de qué me sirvió».

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Conforme pasaron las semanas, los inquilinos dejaron el campamento y el inmueble de cuatro niveles, que ni siquiera aparece en la Plataforma CDMX, quedó acordonado. Ahora sólo quedan en él 10 adultos y dos niños.

Hilaria sólo imagina que las donaciones fueron «muchas», pero dice conformarse con pensar que el dinero o los insumos se repartieron en todo el País, a gente que perdió a familiares y sus hogares.

Anicéforo, otro de los afectados, confiesa que vive intranquilo al pensar que lo poco que tienen, les puede ser robado, como ya ocurrió en dos ocasiones.

«El 29 de noviembre nos quemaron ahí donde estamos, luego otra vez ya nos robaron más cosas, nuestras cobijas, papel de baño, ropa, pasta, lo que encuentran se llevan esos ratas, lo poquito que nos había dado la gente en principio», dice enojado.

La planta baja del edificio, que expertos voluntarios señalaron como un riesgo latente, fue adecuada para ir al baño, bañarse, resguardarse por las tardes, entre moscas y escombros y colocar un anafre en caso de que puedan preparar algo para comer, mientras esperan indefinidamente.

Fuente: Reforma

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